martes, 4 de mayo de 2010

El Bosco y los diablejos cotoplónicos.







El Bosco, célebre por el mundo fantástico que creó en sus pinturas, señala un punto interesante de transición entre la edad media y el renacimiento. En sus obras presuntamente moralizantes, abunda la ironía, lo grotesco y una imaginería onírica que lo designa como antecedente del surrealismo. Se menciona que su estilo surge de las ilustraciones de los manuscritos medievales (representaciones de una cosmovisión propia de la época donde se interrelaciona el mundo cristiano con el mundo pagano, la alquimia, la hechicería y los bestiarios híbridos), resultando en un universo sincrético particular en el cual podemos advertir lo bien que están representadas con fina ironía la llana estupidez del pueblo, la hipocresía de los poderosos (clero y burguesía) y el bestiario de la psiquis humana, intoxicada por la moralidad cristiana.

Su universo de desbocada imaginación, poblado de figurillas fantásticas, parecen surgidas de una pesadilla infernal lo podemos encontrar plenamente en pinturas como La Tentaciones de san Antonio y el Tríptico del Juicio Final.

Las ya instituidas tiendas de museo (todo museo respetable tiene una al lado de la cafetería), en donde podemos adquirir catálogos, libros, camisetas y corbatas estampadas, rompecabezas, postales y recuerditos turísticos; buscan afanosamente quedarse con las monedas y los billetes de los visitantes. De todo se puede ver y claro!, los pequeños demonios tentadores de El Bosco también están allí. Muchas de estas figuras han sido reproducidas y se venden en la tienda de la Galería Nacional de Londres, su precio oscila entre 30 y 40 libras.

Muy bonitas, para decorar la mesa de noche.

El hallazgo de estas estatuillas muy especiales me hace recordar a El Cotoplón y al maestro Guzmán. Admirador profundo de El Jardín de las Delicias, Gabriel Guzmán (a quien hay que reconocerle su filiación surrealista de base escatológica) poseía la grabación de una entrevista hecha a Dalí. Fiel a su estilo abiertamente apropiacionista, Gabriel imitaba la voz de Dalí diciendo: “No, mis pinturas no tienen antecedentes en El Bosco... mis visiones surgen de la luz, en cambio los sueños del Bosco provienen de la indigestión…”

Veo claramente llegar a Gabriel de Europa con su paquete de pequeños demonios. Jugaría con ellos pintándolos durante varios meses, luego los llevaría a las mesas de su oficina junto a “La maja cagando”, la colección de garlopas, el portarretratos de Isabella y los otros trastos de artista fetichista. Y luego, ¿Quién sabe?, podrían haber sido repartidas como herencia a Oscar Eslava, de Sucre o León Mojica.