sábado, 17 de abril de 2010

Sobre "Piel Verde", exposición de Vilma Martínez


“La Naturaleza ha producido los bailarines en su círculo de la misma forma que produce el maíz y los signos en los bosques”
Antonin Artaud.

En 1936 Antonin Artaud viaja a México al país de los tarahumara, encontrando en ellos a la “antigua raza solar”, la “raza-principio” heredera de un saber primigenio venido desde hace varias edades. La búsqueda de Artaud nacía de una profunda necesidad interior de su alma atormentada además de la certeza de que encontraría “una verdad que se le escapa al mundo de Europa y que esta Raza había conservado”
La constatación de la íntima relación de la naturaleza con sus habitantes, Artaud la advierte en la grandiosa vibración de la naturaleza saturada de signos arquetípicos que se reflejan en los gestos y los ritos de esta raza; los hombres, las mujeres y los niños la llevan pintada en su cuerpo y bordada en sus ropas, como extensión de su ser inmerso en la realidad que habitan.
Una geografía en la cual todo habla exclusivamente de lo Esencial, es decir, de los principios según los cuales se formó la naturaleza; “todo vive exclusivamente para dichos principios: los Hombres las tormentas, el viento, el silencio, el sol”. Y como un espejo, también la naturaleza habla a lo largo de toda una extensión geográfica de una raza, el entorno también permite vislumbrar potentes significados en la medida que alberga a una comunidad que hace parte de él en plena correspondencia y unidad.
En muchos pueblos de este lado del mundo el mito no es visto como algo sepultado en un supuesto principio, no se habla de leyendas como si hubieran sucedido “en aquellos tiempos”, de hecho no hay leyendas como fábulas ilusorias, sino Tradiciones (increíbles, sin embargo) cuya realidad se revive continuamente. Además de encarnar y mantener vigentes estas Tradiciones, el ser parte de la savia de la naturaleza, el compartir el estado de disolución con el resto de partículas en el flujo de la vida, permite a estos pueblos continuar con su vía de “conocimiento”, que sin importarle ser validada o no por la vía europea-occidental-racional, opera eficientemente como siempre ha sido. “Y lo extraño es que quienes por allí pasan como afectados por una parálisis inconciente, cierran sus sentidos para ignorarlo”*

Como miembros de un pueblo mestizo con algo de sangre y de memoria, cuando miramos hacia atrás, contemplamos un mundo perdido o una multitud de tiempos perdidos. Sin la identidad, sin la conciencia de ser, saboreamos solo la nostalgia. Pero esa nostalgia puede contener algo de una ilusión alentadora: el individuo primigenio se ha ido, pero su nación o su mundo permanecen. La naturaleza es el templo de la diosa madre del mundo, ocultos en las gargantas de las montañas y los valles profundos, los misterios sagrados del rayo maya aún palpitan.

Oscar Ayala.

*ARTAUD, Antonin. Los Tarahumara.

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